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PIEL CON ROSÁCEA

calma y equilibrio para una piel sensible

La rosácea es una condición inflamatoria crónica de la piel que se manifiesta con enrojecimiento, sensibilidad, ardor y, en algunos casos, pequeñas protuberancias o vasos sanguíneos visibles.
Es una piel que reacciona con facilidad a estímulos como el sol, el calor, ciertos alimentos, el estrés o cosméticos inadecuados.
Comprenderla es clave: no se trata solo de “piel roja”, sino de una barrera cutánea debilitada y un sistema vascular e inmune más reactivo. Con el cuidado correcto, es posible reducir los brotes y mantener la piel estable y confortable.

TIPOS DE ROSÁCEA

Existen distintos subtipos de rosácea, y cada uno puede requerir un enfoque distinto:
1. Eritemato-Telangiectásica:
Se caracteriza por enrojecimiento persistente, vasos visibles y sensación de calor o picazón.
2. Fimatosa:
Engrosamiento progresivo de la piel, sobre todo en la nariz. Es menos frecuente y más habitual en hombres.
3. Papulopustulosa:
Presenta pápulas o pústulas similares al acné, acompañadas de inflamación.
4. Ocular:
Afecta los ojos, causando irritación, lagrimeo o sensación de arenilla, y puede acompañarse de enrojecimiento en los párpados.

CÓMO CUIDAR UNA PIEL CON ROSÁCEA

El manejo diario marca la diferencia. Algunos hábitos pueden ayudar a mantener la piel en equilibrio:
  • Evita agentes irritantes: alcohol, fragancias, exfoliantes agresivos y temperaturas extremas.
  • Protege tu piel del sol: la radiación UV es uno de los principales desencadenantes.
  • Prefiere fórmulas suaves y calmantes: ingredientes como niacinamida, bisabolol o avena pueden aliviar y fortalecer.
  • Hidrata con constancia: una barrera cutánea bien hidratada reacciona menos.
  • Controla los factores externos: el estrés, el calor o los alimentos picantes pueden agravar los síntomas.

UN CUIDADO CONSCIENTE Y PERSONALIZADO

Cada piel con rosácea tiene su propio ritmo y sensibilidad. Por eso, es importante no automedicarte ni sobrecargar la rutina. Si los síntomas son severos o empeoran, lo ideal es consultar con un dermatólogo que oriente un tratamiento adecuado.
El objetivo no es eliminar la rosácea, sino mantener la piel estable, calmada y con un tono más uniforme, respetando siempre su naturaleza sensible.